La Palabra de Dios
Jesús se dirigió al monte de los Olivos. Por la mañana volvió al templo. Todo el mundo acudía a él y, sentado, los instruía. Los escribas y fariseos le presentaron una mujer sorprendida en adulterio, la colocaron en el centro, y le dijeron: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés ordena que dichas mujeres sean apedreadas; tú, ¿qué dices"? Decían esto para ponerlo a prueba, y tener de qué acusarlo. Jesús se agachó y con el dedo se puso a escribir en el suelo. Como insistían en sus preguntas, se incorporó y les dijo: "Quien de vosotros esté sin pecado tire la primera piedra". De nuevo se agachó y seguía escribiendo en el suelo. Los oyentes se fueron retirando uno a uno, empezando por los más ancianos hasta el último. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí de pie en el centro. Jesús se incorporó y le dijo: "Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado"? Ella contestó: "Nadie, Señor. Jesús le dijo: "Tampoco yo te condeno. Ve, y en adelante, no peques más".
Reflexiones sobre la lectura de hoy
- El teólogo y académico australiano, John Painter, nos llama la atención sobre algo importante que debe ser destacado en este pasaje: “Primero se pronuncia el perdón, y no se le hace condicional el alejarse del pecado. Al contrario, el alejarse del pecado parece fluir luego de la experiencia del perdón. “¿Creo en la posibilidad del perdón radical?”
- A menudo se dice que es más fácil dar que recibir. ¿Hay momentos cuando encuentro más fácil perdonar, que creerme perdonado? El jesuíta irlandés John Sullivan les decía a los participantes de un retiro: “Estén siempre comenzando. Dejen ir lo pasado. Los santos estaban siempre comenzando. Así es como llegaron a ser santos.”